Al principio que se comenzó este monasterio a fundar
no era mi intención que hubiese tanta aspereza en lo exterior ni que
fuese sin renta, antes quisiera hubiera posibilidad para que no faltara nada;
en fin, como flaca y ruin, aunque algunos buenos intentos llevaba más que mi
regalo.
En
este tiempo vinieron a mi noticia los daños de Francia y el estrago que habían
hecho estos luteranos, y cuánto iba en crecimiento esta desventurada secta.
Diome gran fatiga, y como si yo pudiera algo o fuera algo, lloraba con el Señor
y le suplicaba remediase tanto mal. Parecíame que mil vidas pudiera yo para
remedio de un alma de las muchas que allí se perdían. Y como me vi mujer y ruin
e imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera en el servicio del Señor,
y toda mi ansia era, y aún es, que pues tiene tantos enemigos y tan pocos
amigos, que éstos fuesen buenos, determiné a hacer eso poquito que era en mí,
que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese
(Santa Teresa de Jesús, Camino de Perfección).
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