Para mí, el signo de que no hay fraternidad, tanto en el
presbiterio como en las comunidades religiosas es la presencia de habladurías.
Y me permito decir esta expresión: el terrorismo de las habladurías, porque
quien murmura es un terrorista que tira una bomba, destruye permaneciendo
fuera. ¡Si al menos hiciese el papel del kamikaze! En cambio destruye a los
demás. Las habladurías destruyen y son el signo de que no hay fraternidad.
Cuando uno se encuentra con un presbiterio que tiene sus diferentes puntos de
vista, porque tienen que existir diferencias, es normal, es cristiano, pero
estas diferencia se deben manifestar teniendo la valentía de decirlas a la
cara. Si yo tengo que decir algo al obispo, voy al obispo y puedo incluso decirle:
«Usted es un antipático», y el obispo debe tener el valor de no vengarse. ¡Esto
es fraternidad! O cuando tienes algo contra una persona y en lugar de ir a ella
vas a otra. Existen problemas tanto en la vida religiosa como en la vida
presbiteral que se deben afrontar, pero sólo entre dos personas. En el caso de
que no se pudiese —porque a veces no se puede— se le dice a otra persona para
que sea intermediaria. Pero no se puede hablar contra otro, porque las
habladurías son un terrorismo de la fraternidad diocesana, de la fraternidad
sacerdotal, de las comunidades religiosas.
(Encuentro con el clero, los religiosos y los diáconos
permanentes en la Catedral, Visita Pastoral del Santo Padre Francisco a Pompeya
y Nápoles. Sábado 21 de Marzo de 2015)
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