martes, 10 de noviembre de 2015

Conformidad con la voluntad de Dios

Refiere el P. Juan Taulero que después de haber pedido con muchas instancias al Señor que le enviase algún maestro que le enseñase el camino más corto para llegar a la santidad, oyó cierto día una voz que le dijo: - Vete a la iglesia, y en el pórtico hallarás lo que pides. Fue y a la puerta sólo halló un mendigo descalzo y harapiento. 

- Buenos días, hermano, dijo saludando al mendigo.

- Maestro, respondió el pobre, no me acuerdo de haber tenido jamás un día malo.

- Pues bien, que Dios te conceda vida feliz, repuso el religioso.

- ¡Pero si yo, contestó el mendigo, jamás he sido infeliz! Y no se maraville, Padre mío, prosiguió diciendo, de que le haya dicho que no he tenido ningún día desgraciado, porque cuando tengo hambre, alabo a Dios; cuando nieva o llueve, bendigo a Dios; cuando las gentes que pasan, me desprecian o me miran con asco, o experimento alguna otra miseria, doy gloria a Dios. Le dije además que nunca he sido infeliz, y también es verdad, porque estoy acostumbrado a querer en todo y por todo lo que Dios quiere. Todo lo que me sobreviene, sea dulce, sea amargo, lo recibo de su mano con alegría, considerando que es lo mejor para mí, y este es el fundamento de mi felicidad.



- Y si después de padecer tanto, replicó Taulero, Dios quisiera condenarte, ¿qué dirías?

- Si Dios quisiera condenarme, contestó el mendigo, con humildad y amor abrazaría a mi Señor, le tendría tan fuertemente abrazado, que si quisiera precipitarme en el infierno, sería necesario que viniera conmigo, y entonces sería más feliz con Él en el infierno, que sin Él gozando de todas las delicias inefables del cielo.

- Y dime, pobre hermano mío, ¿dónde has hallado a Dios?

- Lo he hallado, respondió, al abandonar las criaturas.

- Pero tú ¿quién eres?, preguntó Taulero.

- Yo soy rey, contestó el mendigo.

- Y tu reino ¿dónde está?

- Mi reino está dentro de mi alma, donde todo lo tengo bien ordenado, porque las pasiones obedecen a la razón y la razón a Dios.

Taulero le preguntó entonces cómo había alcanzado tan alta perfección, y el mendigo le contestó:

- Callando, evitando la conversación con los hombres y hablando con Dios; en la unión y trato familiar con mi Señor está fundada la paz y todo el contento que yo disfruto.

A este estado de perfección había llegado un mendigo, merced a su conformidad con la voluntad de Dios; en medio de su pobreza era a buen seguro más rico que todos los monarcas de la tierra, y en sus padecimientos y trabajos gozaba de felicidad más cumplida que todos los mundanos, nadando en terrenales deleites.


        (San Alfonso Mª de Ligorio. Conformidad con la Voluntad de Dios.)

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