martes, 3 de febrero de 2015

Conferencia de San Juan Bosco a unos novicios (VII).

Pero nosotros, ¿por qué motivo debemos hacernos religiosos? San Agustín dice a los cristianos: “Mirad quién nos llama”. Pues bien, escuchad esta voz que os llama y está en la Sagrada Escritura: Permaneced en la vocación en la que estáis.

Y aquí lo maravilloso es que el Señor no dice: “Conoce o procura conocer tu vocación”. No; para quien está en vuestro caso, no es cosa difícil el conocerla; lo que nos dice es que no se cierren los oídos a las voces que el Señor nos hace oír; que uno procure lo necesario de virtud, de buenas obras o de ciencia que se requiere para seguir esta vocación; después tranquilos estemos, que el Señor nos la hará conocer fácilmente; aún más, desde que nacemos nos predispone las cosas que nos han de conducir a seguir su vocación o llamada.
Me parece un error grave el decir que la vocación es difícil de conocer. El Señor nos pone en tales circunstancias, que nosotros no tenemos más que ir adelante, solamente hay que corresponderle. Es difícil conocerla cuando no se quiere seguir, cuando se rechazan las primeras inspiraciones. Es ahí donde se embrolla la madeja.

Uno comienza por descuidar la vocación, y después no sabe; le parece, no le parece…


Si se sigue el primer impulso de la gracia, las cosas cambiarán de aspecto. Mirad, cuando uno está indeciso sobre hacerse o no religioso, os digo abiertamente que éste ya tuvo vocación; no la ha seguido inmediatamente y se encuentra hora algo embrollado e indeciso. Decidle que rece, que se aconseje; pero hasta que no da una patada a todo y se arroja únicamente a las manos de Dios, estará siempre inquieto. Hace que se decida a hacerse religiosa; entra y con aquel acto termina todas las inquietudes. ¿Por qué? Porque ha terminado por seguir aquella voz del corazón que se lo imponía. De modo que a mí me parece clarísimo y natural el consejo del Apóstol: Permaneced en la vocación en la que estáis. Porque si el Señor os ha hecho desear y os ha conducido hasta este lugar, es decir, os ha dado la gracia ya de encarnar el deseo que os ha dado, es esto señal evidente de que Él es quien os llama.

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