jueves, 15 de enero de 2015

Conferencia de San Juan Bosco a unos novicios (IV)

Hasta aquí se ha supuesto que el joven que forma sus proyectos de fortuna, de felicidad y gloria, las consiga realmente; y os he dicho que, aunque lleguen a alcanzarlas, esas cosas no son nada. ¿Pero sucede siempre realmente lo que uno piensa? ¿Se alcanzan estas fortunas y gloria? Soy demasiado experimentado en estas cosas; os pude decir que sucede bien raramente. ¡Eh, sí! Uno piensa: después de aquel examen, de aquella licenciatura, heme hecho un profesor; y gano… gano ¡Oh! , ¡oh!... ¿pero aprobarás aquel examen? ¿Tienes medios suficientes para llegar a obtener la licenciatura? Obtenida la licenciatura, ¿tienes asegurado ya el empleo? Cada día veo que los proyectos son infinitos, pero lo que se realizan son muy pocos; y mientras parece que todo sonríe, surgen mil dificultades y dan al traste con todo.



Es bien que yo os cuente uno de estos casos. No es antiguo: ha sucedido aquí mismo. Un joven que años pasados estaba aquí en el Oratorio y le pesaba un poco  esta vida, hizo mil proyectos, y, creyendo que en un instante podrían efectuarse todos sus deseos, se marchó. Hoy venía a pedir ayuda con muchas premura, pues la miseria en que había caído le había arrastrado a actos muy deshonrosos, de tal forma que debía huir para no ser entregado a la justicia. Lloraba los tiempos pasados y decía: “Mientras uno está aquí retirado, se cree encontrar fuera no sé cuántas cosas, y fuera no hay más que engaño, insidias y miseria. Salí esperando mejorar mi suerte; creía sencillísimo conseguir varios de mi proyectos, que me habría hecho rico y poderoso; pero una cosa es hacer bellos proyectos, otra cosa el alcanzarlos, Yo no he encontrado más que desgracia y ruina, tanto del alma como del cuerpo”

Pero aquí está el punto donde nacen las dificultades. ¿Y si aquel bien se consiguiese? ¡Oh, qué contento viviré siempre! ¡Pasaré una vida feliz!...


¿Habéis visto alguna vez los niños que, batiendo el jabón en el agua, hacen salir tantas pompas? ¡Oh!, el niño ve subir las pompas y, contento y alegre, aplaude, grita de alegría, piensa coger una perla, y se encuentra en la mano un poco de agua sucia. Pero, sin embargo, la pompa es tan bella… Sí, hermosísima, especialmente cuando directamente le da el sol encima, es decir, cuando se encuentra entre el sol y el que la mira. Así de hermosos parecen nuestros sueños y anhelos. Pues bien, os resultarán, cuando los podáis efectuar, como un poco de agua limosa, que os manchará las manos, y nada más.

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