Ante el inminente estallido de la 2ª Guerra Mundial:
“No hay un rincón en el mundo donde no aparezca la cruz… No huyamos de ella, y si es necesario, carguémosla sobre los hombros y llevémosla de buen grado por amor a la Inmaculada. ¡Qué dulce será la muerte de los que le pertenecen!”
Los temas que Kolbe trata en sus cartas son múltiples, pero sobre “el sonido y la furia” del mundo, ni una palabra. Para Kolbe, la desgracia es la caída. Ante sus ojos tiene la de un compañero que acaba de romper sus votos: “Recemos por su alma. Estas son las auténticas desgracias; a su lado, todos los desastres materiales, la enfermedad y la muerte no son nada…”
(No olvidéis el amor. La pasión de S. Maximiliano Kolbe, Arcaduz)
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