viernes, 24 de febrero de 2017

No esperar de los hombres recompensa alguna


Un día, cuenta el Rdo. Alfredo Monnin, le pregunté si sus penas le habían hecho perder alguna vez la paz: “¡La cruz –dijo con celestial expresión- la cruz ha de hacernos perder la paz!... Si precisamente es ella la que ha de infundirla en nuestros corazones. Todos nuestros males provienen de que no la amamos”.


A esta fe inquebrantable debió el Cura de Ars no solo el no haber sucumbido ni el haberse desalentado, sino también el haber realizado obras que otros sacerdotes humanamente mejor dotados que él, pero menos sobrenaturales, no se hubieran atrevido a emprender. Demostrando con los hechos qué grandeza moral –y qué méritos- pueden derivarse de las humillaciones terrenas, continuó trabajando únicamente por Dios, sin esperar de los hombres recompensa alguna. “Cuando se hacen las cosas sin placer y sin gusto –decía- se trabaja mucho más por Dios. Es posbile que me saquen de aquí; entretanto procedo como si hubiese de estar siempre”.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

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