sábado, 25 de febrero de 2017

La negligencia en las cosas pequeñas (I)


Tal negligencia parece cosa baladí en sí misma, mas puede ser grave por sus consecuencias. Ordinariamente los pequeños actos de virtud que realizamos desde la mañana hasta la noche son los que hacen nuestros méritos de cada día. Como una gota de agua ablanda, poco a poco, la piedra y la agujerea; como las gotas de agua, multiplicadas, fecundan la tierra sedienta, así nuestras buenas obras, repetidas, crean el buen hábito, la virtud adquirida, y la conservan y aumentan, y si proceden de una virtud infusa o sobrenatural, consiguen que esta virtud vaya en aumento.


En lo que al servicio de Dios atañe, las cosas que en sí parecen pequeñas son grandes por su relación con el fin último, Dios, a quien se debe amar sobre todas las cosas; también son grandes por el espíritu de fe, confianza y amor con que deberíamos realizadas. Así guardaríamos desde la mañana hasta la noche la presencia de Dios, cosa infinitamente preciosa, y viviríamos de él, de su espíritu, en lugar de vivir del espíritu natural y el egoísmo. Poco a poco se acrecentaría en nosotros el celo de la gloria de Dios y de la salud de las almas; mientras que si descuidáramos aquellas cosas menudas, comenzaríamos a descender por la pendiente del naturalismo práctico, y a dejarnos dominar por el absurdo egoísmo que inspira muchos de nuestros actos. 

La negligencia en las cosas pequeñas, cuando se trata de servir a Dios, conduce rápidamente a la negligencia en las grandes; por ejemplo, a un alma sacerdotal o religiosa la lleva a rezar el Oficio sin piedad, a no prepararse apenas a la Santa Misa, a decirla precipitadamente y a asistir a ella sin la atención que fuera de desear; a reemplazar la acción de gracias por el rezo obligatorio de una parte del Oficio, de suerte que poco a poco desaparece la devoción personal, quedando solo esa otra en cierto modo oficial y exterior. Puedo uno llegar a hacer todo estéril, por la negligencia en las cosas menudas en aquello que atañe al servicio de Dios.

(Las tres edades de la vida interior, Garrigou-Lagrange)

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