martes, 24 de mayo de 2016

Medios para guardar la castidad (II): Es menester cuidar las cosas pequeñas


Cuánto esta virtud de la castidad es más cara y preciosa, tanto es menester mayor cuidado y diligencia para conservarla. En todas las cosas importa mucho hacer caso de cosas pequeñas y menudas, porque como dice el Sabio, “el que menosprecia las cosas pequeñas, poco a poco vendrá a caer en las grandes”; pero especialmente en esta virtud es esto más necesario; porque cualquier cosa por pequeña que sea desdora mucho la castidad.

Por lo cual es menester que andemos con mucho recato, mortificando los sentidos y cortando y atajando luego el mal pensamiento, y huyendo la ocasión; porque así como la llama deja rastro de sí, donde quiera que toca, más o menos según se detiene, y si no quemó, a lo menos tiznó; así estas cosas, si no llegan a quemar, bastan para tiznar; porque despiertan en el alma imaginaciones y pensamientos contrarios a la castidad, y en el cuerpo movimientos feos y desordenados.

No se puede decir en materia de castidad “hasta aquí llegaré y no pasaré adelante”, porque cuando menos os recatéis, pasaréis a donde nunca pensasteis. Quien se echa por un resbaladero piensa llegar solamente al puesto; y el peso del cuerpo y ser la piedra tan deleznable, le hace ir adelante, aunque no tuvo tal intención al principio: así es acá, es este gran resbaladero; y el peso e inclinación de nuestra carne a eso muy grande. No permite la delicadeza de esta virtud que nos acerquemos tanto al daño, y nos pongamos en esos peligros. Es este un tesoro preciosísimo, y tenémosle depositado en un vaso terrizo, que a un tris no tenemos nada; y así es menester andar con mucha solicitud y diligencia, atajando por todas vías los pasos a todo movimiento desordenado, por donde esta pasión pueda venir a señorearse de nuestro corazón.

(P. Alonso Rodríguez, Ejercicio de Perfección y virtudes cristianas)

No hay comentarios:

Publicar un comentario