viernes, 20 de mayo de 2016

Los estudios (II). Santo Cura de Ars (VIII)


¡Cuánto no hubo de sufrir Juan María al ver la esterilidad de sus esfuerzos! Nadie como él en la facultad deseaba el sacerdocio, y nadie parecía estar más alejado… Pero qué colmo de pena, qué desaliento, cuando “después de cinco o seis meses, los directores, pensando que no podría salir adelante, le rogaron que se retirara”.


¡Despedido aquel cuyas reliquias verán un día postrado bajo la cúpula de San Pedro de Roma al Soberano Pontífice que las perfumará de incienso! Esta fue la prueba más dura de toda su vida. Le oiremos después hablar con gusto de sus miserias y de sus contradicciones; jamás, sin embargo, hará alusión a aquella salida del seminario mayor.

“Muchos de sus condiscípulos sintieron gran pena al verle partir”. Él, en cambio, aceptó aquella sentencia con resignación y sin queja. Pasados cincuenta años uno de sus confidentes dirá que “El recuerdo de su humildad y de sus prudentes palabras al hablar con él en aquellas circunstancias, quedó profundamente grabado en mi espíritu”.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

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