miércoles, 11 de mayo de 2016

El párroco. Santo Cura de Ars (VI)


El párroco era el señor Balley, recién establecido en Ecully. Una de sus primeras ocupaciones fue procurar que se suscitasen vocaciones eclesiásticas. Tuvo en ello buen éxito y bien pronto fundó una escuela de aspirantes al sacerdocio.

Cuando Juan María tuvo noticia de la existencia de un colegio de vocaciones, sintió cómo su corazón se abría con más desahogo a la esperanza. ¿No era esta la ocasión de intentar con mayores probabilidades de triunfo un nuevo asalto en el ánimo de su padre? La madre, que no cesaba de infundirle aliento en su santa resolución, se convirtió otra vez en su abogada. Finalmente, como su hijo no deseaba otra cosa que la voluntad de Dios, Mateo Vianney fue conquistado: 

-Pues bien, ya que Juan María está tan firme en su propósito, no hay que contrariarle más.
Ante tan fausta nueva, el aspirante al sacerdocio dio prisa a su madre para que fuese a visitar al Rdo. Balley, que respondió indeciso: 

- Tengo mucho trabajo -respondió al fin- no me es posible hacerme cargo de otro alumno.

Los familiares de Juan María no se dieron por vencidos, y rogaron al buen sacerdote que al menos accediera a conocerle. El austero cura Balley fijó su escudriñadora mirada en aquel joven de diecinueve años, flaco y pálido, recogido y prudente. Hízole algunas preguntas y hallólo muy instruido en religión. Su sonrisa franca y confiada le complació sobremanera y abrazó a este candidato al sacerdocio con afectuosa amabilidad:

-Esté tranquilo, amigo mío; yo me sacrificaré por usted si necesario fuese.

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz).

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