miércoles, 17 de diciembre de 2014

Vacaciones y fiestas. San Juan Bosco (V)

           El seminarista Juan Bosco solía preparar las vacaciones con sumo cuidado. Cuidaba de que no fuesen peligrosas para su alma. Volver al seminario, en octubre, como había salido. Sin embargo, le acontecieron ciertos episodios que él consideró pecaminosos y de los que extrajo útiles lecciones.

          Cierto día se presentó un tío suyo en su casa para invitarle a un festín que se celebraría en su casa. Bosco se excusó. El pariente adujo una poderosa razón: ayudaría al párroco en las funciones de la Iglesia, ya que se trataba de una gran fiesta y no había en el pueblo ningún clérigo. Aceptó. Las funciones de iglesia resultaron solemnes. Juan ayudó cuanto pudo y cantó con su hermosa voz.

          Llegó la comida. Todo fue bien hasta que el vino hizo su efecto entre los comensales. Empezaron los tacos, las palabrotas, las ofensas de unos a otros. El seminarista Bosco, avergonzado, protestaba de aquello; pero su voz se ahogaba con el bullicio. Quiso huir. Se levantó, tomó el sombrero; pero su tío lo detuvo.

--¿Dónde vas, Juan?
--Me voy de aquí. Un clérigo no puede soportar esto.

          No paró de correr hasta verse en su casa. Una vez en ella, resoplando con todas sus fuerzas, se sentó en una silla gritando:
--¡No, nunca más! ¡Será la última vez que asisto a un festín de esta clase!


          (Don Bosco, un amigo del alma).




No hay comentarios:

Publicar un comentario