viernes, 10 de noviembre de 2017

Nada hay molesto fuera del pecado. Santo Cura de Ars (XLIX)


El Cura de Ars, hasta entonces tan refractario a dejarse cuidar, se mostró dócil como un niño. Recuérdese con qué repugnancia, durante su enfermedad de 1843, aceptó que pusieran un colchón en su cama. Pues bien, en la madrugada del sábado, tendieron uno sobre su duro jergón, y dio las gracias con una sonrisa. Tomó cuantas medicinas le dieron. Solo una vez se quejó, cuando una Hermana de San José se puso a cazar las moscas que se posaban sobre su rostro bañado en sudor. Hizo un además, y algunos creyeron oír estas palabras: “Deje usted a las pobres moscas… Nada hay molesto fuera del pecado…”.


El demonio no tuvo permiso para atormentarle en su hora suprema. Su mayor aprensión había sido siempre la de desesperar en los últimos momentos. Mas el temor de la muerte, del que tan vivas muestras había dado, desapareció por completo.

Después de haber gustado hasta las heces el cáliz de la amargura de esta vida de destierro saboreaba las delicias de la muerte, y realizaba en sí mismo una de sus expresiones: “¡Qué agradable es morir, cuando se ha vivido sobre la cruz!”

(El Santo Cura de Ars, Arcaduz)

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