martes, 7 de noviembre de 2017

Los actos de pequeña virtud


Los pequeños actos de virtud que realizamos desde la mañana hasta la noche, son los que hacen nuestros méritos de cada día. Como una gota de agua ablanda, poco a poco, la piedra y la agujerea; como las gotas de agua, multiplicadas, fecundan la tierra sedienta, así nuestras buenas obras, repetidas, crean el buen hábito, la virtud adquirida, y la conservan y aumentan; y si proceden de una virtud infusa o sobrenatural, consiguen que esta virtud vaya en aumento.

En lo que al servicio de Dios atañe, las cosas que en sí parecen pequeñas son grandes por su relación con el fin último, Dios, a quien se debe amar sobre todas las cosas; también son grandes por el espíritu de fe, confianza y amor con que deberíamos realizarlas. Así guardaríamos desde la mañana hasta la noche la presencia de Dios, cosa infinitamente preciosa, y viviríamos de él, de su espíritu, en lugar de vivir del espíritu natural y el egoísmo. Poco a poco se acrecentaría en nosotros el celo de la gloria de Dios y de la salud de las almas; mientras que, si descuidáramos aquellas cosas menudas, comenzaríamos a descender por la pendiente del naturalismo práctico, y a dejarnos dominar por el absurdo egoísmo que inspira muchos de nuestros actos.

(Las tres edades de la vida interior, Garrigou- Lagrange)


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