viernes, 20 de octubre de 2017

El fin de las misiones. P. Segundo Llorente (XXXI)


El fin de las misiones es establecer la Iglesia de Cristo donde no esté aún establecida. Como Cristo es por naturaleza rey universal, su reino abarca por derecho propio toda la redondez del globo. Todo hombre que viene a este mundo debe ser vasallo de Cristo rey. Resulta, sin embargo, que pululan por la tierra millones de millones que no lo son; hay rebaños incontables de ovejas que vegetan lejos del verdadero redil.

Consecuencia lógica de estos hechos antagónicos es que la Iglesia de Cristo es militante. Toda la Iglesia se despliega en orden de batalla para ganar a todos los hombres; para atraer hacia sí todas las ovejas extraviadas.


Todo bautizado es por el mero hecho un misionero. Esas almas buenas que se afligen porque no pueden venir a misiones, que no se aflijan. Formamos todos un cuerpo de combate con vanguardia y retaguardia. Los misioneros forman la vanguardia.

Ahora bien, es un axioma de todos conocido que sin una retaguardia bien organizada, no hay vanguardia que pueda atacar con eficacia mucho tiempo ni que puedan contener el ímpeto del enemigo que está siempre contraatacando.

(P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)

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