sábado, 1 de abril de 2017

Corazón redentor (II). P. Mendizábal (XXVII)


Tenemos que estar pensando en el bien que podemos hacer no solo en el momento de la oración, sino en el momento de la vida, que debe ser universalísimo y debe tener un deseo de la llegada del Reino de Cristo a la humanidad, a todos. En el día de hoy, yo puedo contribuir a la venida del Reino de Cristo en todas las personas con las que me encuentre. Puedo contribuir, entonces, ¡tengo una ilusión! La promoción del Reino de Cristo no es para mí una especie de oficio profesional para momentos y horas de trabajo, sino es la obsesión de mi vida: promover ese Reino de Cristo, construir esa Civilización del Amor.

A veces, la preocupación por gente muy lejana, por problemas de unas dimensiones que nos superan, nos llevan a descuidarnos de las soluciones que estarían en nuestra mano y que son las que tenemos que aplicar. Debemos evitar ese espejismo. Estamos para salvar al mundo en la medida de nuestro campo de acción.


En María, colaboradora a la Redención, vemos la aceptación de su misión a través de su entrega: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”.

(Con María, P. Mendizábal)

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