domingo, 14 de febrero de 2016

Profecía. Jubileo de la Vida Consagrada (I)


Religiosos y religiosas, es decir hombres y mujeres consagrados al servicio del Señor que ejercitan en la Iglesia este camino de una pobreza fuerte, de un amor casto que los lleva a una paternidad y a una maternidad espiritual para toda la Iglesia, una obediencia… Pero, en esta obediencia nos falta siempre algo, porque la perfecta obediencia es la del Hijo de Dios que se ha abajado, se ha hecho hombre por obediencia hasta la muerte de Cruz. Pero hay entre vosotros hombres y mujeres que viven una obediencia fuerte, una obediencia —no militar, no, esto no; eso es disciplina, es otra cosa— una obediencia de donación del corazón. Y esto es profecía. «Pero, ¿tú no tienes ganas de hacer esta cosa, aquella otra?...» — «Sí, pero… según las reglas debo hacer esto, esto y esto. Y según las disposiciones esto, esto y esto. Y si no veo claro algo, hablo con el superior, con la superior y, después del dialogo, obedezco». Esta es la profecía contra la semilla de la anarquía que siembra el diablo. «¿Tú que haces?» — «Yo hago lo que me gusta». La anarquía de la voluntad es hija del demonio, no es hija de Dios. El Hijo de Dios no ha sido anárquico, no ha llamado a los suyos para hacer una fuerza de resistencia contra sus enemigos; Él también le dijo a Pilato: «Si yo fuera un rey de este mundo habría llamado a mis soldados para defenderme». Pero Él ha obedecido al Padre. Ha pedido solamente: «Padre, por favor ,no, este cáliz no... Pero se haga lo que tú quieres».


(Papa Francisco, Jubileo de la Vida Consagrada. Febrero 2016)

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