viernes, 5 de febrero de 2016

Amenazas, calumnias... Santa Teresa de Jesús (XXXII)


Amenazas, calumnias, excomuniones, cárceles, sufrimientos causados por un constante zumbido de oídos, todo se juntaba en estos comienzos del año 1578, como para poner de manifiesto que el diablo conducía a buen ritmo su ofensiva contra Descalzos y Descalzas.

De la Madre Teresa se dijeron las mayores atrocidades, pero ella sonreía a sus indignadas monjas: “Hijas mías, mucho más hiciera yo si Nuestro Señor no me tuviera de su santa mano, y lo que en eso hay más de temer y yo más siento es el daño del alma de quien dice semejantes cosas; y quisiera padecer muchas afrentas y tormentos porque él no ofendiese a Dios y porque saliera de pecado”. 


El Nuncio Sega motejó a la Madre Teresa de “fémina inquieta y andariega, desobediente y contumaz”. La mansedumbre que ella mostraba ante las acusaciones asombraba a sus hijas, pues sus actos sobrepasaban en grandeza a sus palabras. La veían resplandeciente de amor y de perdón, rodeada a veces de un halo de luz celestial, y repetían las palabras del Obispo de Ávila, don Álvaro de Mendoza: “Quien quiera verse tratado por la Madre Teresa de Jesús como el mejor de sus amigos no tiene más que levantarle un falso testimonio”.

Ella no quería que se le atribuyese mérito alguno: “No es mucho, que ya la costumbre me tenga en estas cosas insensible”. “Paréceme como si tuviera una tablilla delante del corazón, en que descargan todos los golpes sin tocarme en él”.

(La Vida de Santa Teresa de Jesús, Arcaduz).

No hay comentarios:

Publicar un comentario