"Una sola cosa es
necesaria, María ha escogido la mejor parte, y no se la quitarán." (Lc,
10, 38-42).
La vida del alma que aspira a la santidad debe ser vida de
oración. El alma que no ama
la oración es difícil, moralmente imposible, que sea buena.
Si vemos un alma tibia, decid: esta alma hace mal la oración, y
diréis toda la verdad.
El gran empeño del demonio es cuanto a las almas que aspiran a
la santidad, es hacerles perder la oración: si lo vence en eso, lo vencerá en todo.
Decía San Felipe Neri: "Un religioso sin oración es un
religioso sin cabeza".
Un religioso sin oración ya no es un religioso, sino un cadáver
de religioso.
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