viernes, 30 de septiembre de 2016

No hay nada tan bello como acariciar un ideal magnífico. P. Segundo Llorente (XVIII)


No hay nada tan bello como acariciar un ideal magnífico. La prosa deprimente de la vida se estrella y se esfuma contra los muros inexpugnables de ese castillo, que levantamos en el aire al principio, pero que se nos acerca más y más, hasta que un día venturoso nos vemos en posesión de él pacífica y completamente.

Cada uno es lo que quiere ser. Los santos lo fueron, porque quisieron, y los cabecillas revolucionarios arrastran multitudes porque quieren arrastrarlas. El que quiera pertenecer al rebaño y llevar una vida quieta y sosegada lo logrará invariablemente. A mi parecer esto no tiene vuelta de hoja.

Ahora bien, entre los ideales más sublimes que un pecho generoso puede abrigar, y entre los quereres, a que un alma noble puede aspirar, es uno el querer ser misionero de infieles, continuador de la obra de Jesucristo acá en la tierra.

(P. Segundo Llorente, 40 años en el Círculo Polar)

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