miércoles, 16 de diciembre de 2015

Camino de perfección. Santa Teresa de Jesús (XXVI).


Una carmelita debe sustituir a los que no aman o aman poco, a los que no rezan o rezan poco, dándose por entero para la salvación del mundo, entregando su vida por la Iglesia y los sacerdotes. “Hermanas mías -dice Teresa- ved para qué estáis llamadas y para qué os juntasteis; éstos son vuestros negocios y deben ser vuestros deseos; aquí vuestras lágrimas y peticiones”.


Estas mujeres han hecho voto de seguir los consejos evangélicos con toda la perfección posible, el primero de los cuales es: “Orad sin tregua”. Lo cual equivale a obrar siempre, construir, ayudarse mutuamente, a compadecerse, alegrarse con las hermanas en la recreación “aunque no sea de vuestro gusto”, cuidar a las enfermas, servir en las tareas más bajas: la Madre Teresa coloca todo esto en el mismo plano que la oración y la contemplación del Señor. Si le servimos a Él “¿qué más nos da en lo uno que en lo otro?”. El amor divino es inseparable del amor fraterno. El verdadero afecto, que nada tiene en común con los aspectos terrestres, ayuda a progresar. Este amor perfecto no duda en sacar de su error a quienes se equivocan de camino, evita el halago tanto como el reproche mudo y soporta sin rencor la crítica.

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