Por fin llegó el hermoso día de mis bodas. Fue un día sin
nubes. Pero la víspera, se levantó en mi alma la mayor tentación que había
conocido hasta entonces en mi vida…
Nunca me había venido al pensamiento ni una sola duda acerca
de mi vocación. Era necesario que pasase por esta prueba. Por la noche,
haciendo el viacrucis después de maitines, se me metió en la cabeza que mi
vocación era un sueño, una quimera… La vida del Carmelo me parecía muy bella;
pero el demonio me inspiraba que no estaba hecha para mí, de que engañaría a
las superioras empeñándome en seguir un camino al que no estaba llamada…
Mis tinieblas eran tan grandes, que no veía ni comprendía más
que una cosa: ¡Yo no tenía vocación!
¡Ah! ¿Cómo describir la angustia de mi alma?... Me parecía
(pensamiento absurdo que demuestra hasta qué punto era tentación del demonio)
que si comunicaba mis temores a la maestra, ésta me impediría pronunciar mis
santos votos.
No obstante, prefería cumplir la voluntad de Dios y volver al
mundo a quedarme en el Carmelo cumpliendo la mía. Hice, pues, salir del coro a
mi maestra, y llena de confusión le manifesté el estado de mi alma…
Afortunadamente, ella vio más claro que yo, y me tranquilizó
por completo. Por lo demás, el acto de humildad que había hecho acababa de
poner en fuga al demonio, el cual pensaba, tal vez, que no me atrevía a
confesar mi tentación. Apenas terminé de hablar, mis dudas desaparecieron.
Sin embargo, para completar mi acto de humildad quise comunicar
mi extraña tentación a nuestra Madre, y ella se contentó con echarse a reír.
(Historia de un alma. Relato autobiográfico de Santa Teresita
del Niño Jesús).
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