Hacía grandes esfuerzos por no disculparme, lo que me
resultaba muy difícil.
He aquí mi primera victoria, que no fue grande, pero me costó
mucho.
Se encontró un vasito colocado detrás de una ventana. Nuestra
maestra, creyendo que había sido yo quien lo había dejado caer, me lo enseñó
diciéndome que otra vez pusiese más cuidado. Sin decir nada, besé el suelo,
prometiendo luego ser más cuidadosa en adelante.
A causa de mi poca virtud, estas pequeñas prácticas me
costaban mucho, y tenía que ayudarme pensando que en el juicio final todo
llegaría a saberse.
Me aplicaba sobre todo, a la práctica de las pequeñas
virtudes, por no tener facilidad para practicar las grandes. Así, por ejemplo,
me gustaba doblar las capas que dejaban olvidadas las hermanas, y prestar a
éstas los servicios que podía.
(Historia de un alma. Relato autobiográfico de Santa Teresita
del Niño Jesús).
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