“Era la hora tercia cuando le crucificaron.
Con Él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda. Y
los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: ¡Eh,
tú!, que destruyes el santuario y lo levantas en tres días, ¡sálvate a ti mismo
bajando de la cruz!” (Mc. 15, 25-27,29-30).
Al
contemplar a Jesús que se dejó clavar por nosotros para mostrarnos su amor,
para que conociésemos cuánto nos ama, presentamos a los sacerdotes y consagrados
que postrados en sus camas e impedidos ofrecen su enfermedad junto con Cristo
como ofrenda agradable por la salvación de los hombres. Pedimos por aquellos
que tienen enfermedades terminales para que acepten los sufrimientos con
espíritu de fe uniéndose a Cristo crucificado.
Ante
Jesús clavado en la cruz por cumplir la voluntad del Padre, reparamos por
aquellos sacerdotes y consagrados que ante la experiencia de dolor y
sufrimiento se han revelado contra Dios, que no han sabido aceptar la cruz, que
viven amargados y llenos de rencor.
(Sacerdotes de la Iglesia del Salvador, Toledo)
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