Dios
llama a quien quiere, por libre iniciativa de su amor. Pero quiere llamar a
través de otras personas. Así quiere hacerlo el Señor Jesús. Fue Andrés quien
condujo a Jesús a su hermano Pedro. Jesús llamó a Felipe, pero Felipe a
Natanael.
No
debe existir ningún temor en proponer directamente a una persona joven o menos
joven la llamada del Señor. Es un acto de estima y de confianza. Puede ser un
momento de luz y de gracia. Ningún cristiano está exento de su responsabilidad
apostólica, ninguno puede ser sustituido en las exigencias de su apostolado
personal. ¡Ninguna actividad humana puede quedar ajena a vuestra pasión
apostólica!
Son
muchos vuestros coetáneos que no conocen a Cristo, o no lo conocen lo
suficiente. Por consiguiente, no podéis permanecer callados e indiferentes.
Ciertamente,
la mies es mucha, y se necesitan obreros en abundancia. Cristo confía en
vosotros y cuenta con vuestra colaboración. Os invito, pues, a renovar vuestro
compromiso apostólico. ¡Cristo tiene necesidad de vosotros! Responded a su
llamamiento con el valor y el entusiasmo característicos de vuestra edad.
(S.
Juan Pablo II)
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