Ocho días después de mi toma de velo, se verificó el
casamiento de la prima Juana. Me sería imposible decir cuánto me instruyó su
ejemplo acerca de las delicadezas que una esposa debe prodigar a su esposo.
Escuchaba ávidamente todo lo que podía aprender a este respecto, pues no quería
yo hacer menos por mi amado Jesús de lo que hacía Juana por Francis, una
criatura muy perfecta, sin duda, pero ¡criatura, al fin!...
Hasta me entretuve en componer una carta de invitación, para
compararla con la suya.
(Historia de un alma. Relato autobiográfico de Santa Teresita
del Niño Jesús).
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