Me fue dado también un gran amor a la mortificación; y este
amor era tanto más grande, cuanto nada era lo que me permitían hacer para
satisfacerlo… Las solas penitencias que me concedían, sin yo pedirlas,
consistían en mortificar mi amor propio, lo cual me aprovechaba mucho más que
las penitencias corporales.
(Historia de un alma. Relato autobiográfico de Santa Teresita
del Niño Jesús).
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