Cuando os sobrevenga
alguna duda, id al propio superior. Él está iluminado por Dios en el consejo
que os da, y no os equivocaréis.
Lo que, sin embargo, si
querría que se hiciese al venir al pedir consejo de tal género, es esto: No se
exponga simplemente la duda o tentación, sino que se exponga también
cándidamente la causa de la duda, el motivo de la tentación.
Por
ejemplo, no es suficiente decir: “Me ha sobrevenido esta duda porque me parece
que en otro lugar puedo hacer más bien, o porque en otro sitio puedo más
fácilmente salvar el alma, o porque puedo vivir mejor todavía en el mundo”.
Podrán ser verdaderas
estas razones; mas ven aquí tú, que dices que en el mundo podrás vivir mejor;
dime, antes de venir entre nosotros, mientras estabas en el mundo, ¿cómo
vivías? ¡Oh! Ya…, entonces…, pero ahora… ¿pero ahora…? ¿Y tú crees que en el
mundo no haya hoy más peligros que había entonces? ¿O crees que has llegado a
ser tan fuerte contra las seducciones del demonio, tú, que no has sido capaz de
tolerar por debilidad la vida religiosa?
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