“Los soldados, después que crucificaron a
Jesús, tomaron sus vestidos con los que hicieron cuatro lotes, uno para cada
soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, de una pieza, tejida de arriba
abajo. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del
otro crucificado con Él. Pero al llegar a Jesús, como le hallaron ya muerto, no
le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado
con una lanza y al instante salió sangre y agua. Después de esto, José de
Arimatea, que era discípulo, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió
autorización a Pilato para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió.
Fueron, pues, y retiraron su cuerpo” (Jn. 19,23.32-34.38).
Los
brazos de María acogen el cuerpo sin vida del Hijo de Dios: un verdadero
martirio para la Virgen María que nos engendró a la vida con dolor al pie de la
cruz. Pedimos por los sacerdotes y consagrados para que vean en María a su
Madre verdadera que los acompaña en sus caminos, que los consuela en sus
soledades y abatimientos, que los fortalece en los momentos de dolor, que los
mira con compasión y misericordia cuando pecan, que los lleva siempre a su
Hijo. Pedimos por los sacerdotes y consagrados que moribundos se encuentran en
la agonía para que sientan la paz de Dios que viene a buscarlos.
Reparamos
los Corazones de Jesús y de María por aquellos sacerdotes y consagrados que
–por una falsa concepción de la fe- no aman y veneran a María como
deberían, no propagan su culto, no infunden en los niños y en los jóvenes la
piedad y la devoción hacia esta Madre Inmaculada, despreciando incluso sus
imágenes y diferentes formas de devoción. Reparamos también por los sacerdotes,
especialmente de los hospitales y de las residencias de mayores, que por
respetos humanos y por miedo al rechazo no ofrecen el Sacramento de la Unción y
el Santo Viático a los enfermos graves esperando a ser avisados.
(Sacerdotes de la Iglesia del Salvador, Toledo)
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