A ti
nos dirigimos, Madre de la Iglesia,
a ti
que con tu “fiat” has abierto la puerta
a la
presencia de Cristo en el mundo,
en la
historia de las almas,
acogiendo
con humilde silencio
y
total disponibilidad la llamada del Altísimo.
Haz
que muchos jóvenes,
hombres
y mujeres, escuchen, también,
la
voz apremiante de tu Hijo: “Sígueme”.
Haz
que tengan el valor de dejar sus familias, sus ocupaciones,
sus esperanzas
terrenas y sigan a Cristo
por
el camino que Él les señale.
Extiende
tu maternal solicitud
sobre
los sacerdotes;
sobre
los religiosos y religiosas
que
asisten a los ancianos, enfermos
impedidos
y huérfanos;
sobre
los que trabajan en el campo
de la
enseñanza; sobre los miembros de los Institutos Seculares,
fermento
silencioso de las buenas obras;
sobre
quienes, en la clausura,
viven
de fe y amor, y oran por
la
salvación del mundo. Amén.
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