“Si permanecen fieles a su propia vocación, los Institutos
Seculares serán como el “laboratorio experimental” en el que la Iglesia
verifique las modalidades concretas de sus relaciones con el mundo. Por esta
causa, los Institutos Seculares deben escuchar, como dirigida sobre todo a
ellos, la llamada de la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi:
«Su tarea primera... es el poner en práctica todas las
posibilidades cristianas y evangélicas escondidas, pero a su vez ya presentes y
activas en las cosas del mundo. El campo propio de su actividad evangelizadora
es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía, y
también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida
internacional, de los medios de comunicación de masas».
Esto no significa, evidentemente, que los
Institutos Seculares, en cuanto tales, deban encargarse de estas tareas.
Normalmente esto corresponde a cada uno de sus miembros. El deber, por tanto,
de los Institutos mismos es formar la conciencia de sus miembros en una madurez
y en una apertura que les impulse a prepararse con un gran celo en la profesión
elegida, con el fin de afrontar después con competencia y con espíritu de
desprendimiento evangélico el peso y las alegrías de las responsabilidades
sociales hacia las que la Providencia les oriente.
Esta fidelidad de los Institutos
Seculares a su vocación específica debe expresarse sobre todo en la fidelidad a
la oración, que es el fundamento de la solidez y de la fecundidad. Constituye
por eso una gran alegría el que hayáis elegido como tema central de vuestra
asamblea la oración, en cuanto que es "expresión de una consagración
secular" y "fuente de apostolado y clave de la formación". Es
decir, que vosotros estáis buscando una oración que sea expresión de vuestra
situación concreta de personas "consagradas en el mundo"."
(Pavlo VI 25 de Agosto de 1976 Al I Congreso Mundial de
II.SS.)
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