“La palabra del Señor llegó a mí en estos términos: «Antes de formarte
en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había
consagrado, te había constituido profeta para las naciones». Yo respondí: « ¡Ah,
Señor! Mira que no sé hablar, porque soy demasiado joven». El Señor me dijo:
«No digas: «Soy demasiado joven», porque tú irás adonde yo te envíe y dirás
todo lo que yo te ordene. No temas delante de ellos, porque yo estoy contigo
para librarte –oráculo del Señor –». El Señor extendió su mano, tocó mi boca y
me dijo: «Yo pongo mis palabras en tu boca. Yo te establezco en este día sobre
las naciones y sobre los reinos, para arrancar y derribar, para perder y
demoler, para edificar y plantar».”
(Jer. 1, 1-10)
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