En este
período no breve, que coincide con el de nuestro pontificado, nos preguntamos:
¿cuántos "obreros de la mies", cuántos "obreros de la viña"
han llegado al atardecer de su jornada terrena y se han presentado al Señor
para rendir cuentas de su trabajo y recibir la recompensa? ¿Cuántos otros han
ocupado su puesto? Ciertamente muchos. Pero su vacío, ¿ha sido totalmente
colmado? Las nuevas levas comprometidas en el sagrado ministerio ¿logran colmar
en todas partes las necesidades espirituales de las poblaciones cada vez más
numerosas? Y aquellos que ya trabajan en los múltiples e inmensos campos que el
Señor ha confiado a su Iglesia, ¿sienten todos el amor evangélico, la valentía
cristiana, el fervor apostólico necesarios para cumplir fiel, generosa y
eficazmente su sublime misión?
Estas
preguntas inquietantes nos hacen experimentar y sufrir nuestra poquedad frente
a acontecimientos y problemas que consideramos muy grandes. Pero el Buen
Pastor, cuya figura campea en la liturgia de este domingo, nos sale al
encuentro y nos tiende la mano. Él conoce nuestras dificultades; ha dicho, en
efecto, que "la mies es mucha, pero los obreros pocos". Por eso nos
invita, más aún, nos manda: "Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a
su mies". Y Él mismo nos dio ejemplo de esta plegaria, ya que, antes de
elegir a los Apóstoles, pasó la noche en coloquio con el Padre y al final de la
última Cena elevó a Él su oración sacerdotal.
Sí, el
Señor nos ha mandado orar y nosotros oramos. Ora la Iglesia en todas partes del
mundo, unida en la misma fe y en la misma invocación, elevando aún más
fervorosamente en esta Jornada su súplica universal, que no se interrumpe
jamás.
Esta
oración debe hacernos comprender y amar más a fondo cuanto el Señor ha querido
decir acerca del don enaltecedor y gozoso de la vocación. Él habló a los
primeros que llamó. Les enseñó muchas cosas. Los quiso junto a sí. Los iluminó
acerca de su vida y de su misión al dirigir a sus discípulos el mensaje de las,
el discurso misionero y, en particular, el testamento sacerdotal, antes de su
inmolación.
(Mensaje
de Pablo VI para la XV Jornada Mundial de oración por las vocaciones)
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