Sin
oración no hay luz. “El que tiene cerrados los ojos, escribe S
Agustín, no puede ver el camino que lleva a la patria”.
Las
verdades eternas son realidades espirituales que no se ven con los ojos del
cuerpo, sino con los ojos del alma, es decir con el pensamiento y la
consideración. Ahora bien, el que no hace oración mental no las puede ver, y ,
por consiguiente, tampoco ve la importancia de la salvación ni de la vida de
entrega a Dios, ni los medios que debe tomar para conseguir la salvación y
poder responder a la vocación.
“La
tierra está desolada porque no hay quien reflexione” (Jr. 12,11). En
cambio dice Dios, nuestro Señor que cuando se tienen los ojos puestos en las
verdades de la fe, en la eternidad, se cae menos en el pecado, y se es más
generoso con el Señor: “Acuérdate de tus postrimerías y no pecarás jamás”
(Ecli 7,40); “acercaos a Dios y series iluminados” dice
el propeta David (Sal 33, 6), porque como dice San Buenaventura, la oración es
una antorcha, porque ella nos habla de Dios y nos ilumina para que acertemos
con el camino. “tu palabra es la luz que ilumina mis pasos” (Sal
118, 105)
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