domingo, 16 de noviembre de 2014

El don enaltecedor y gozoso de la vocación


Ahora quisiéramos preguntar sobre todo a vosotros, los jóvenes: ¿conocéis el pensamiento de Jesús al respecto? En otras palabras: ¿conocéis bien las cosas por las que rezáis? Oráis por los sacerdotes, por los religiosos, por los misioneros, pero, ¿conocéis bien las realidades misteriosas y maravillosas del sacerdocio católico, de la vida consagrada mediante los votos sagrados, de la dedicación misionera? Si no conocéis bien estas cosas, ¿cómo podréis amarlas, cómo podréis hacerlas vuestras y sentirlas como ideales de vida, a los cuales permanecer fieles por siempre?
Pues bien, el texto evangélico de hoy nos ilumina, con sus estupendas imágenes, acerca de estos dones de Dios y nos hace comprenderlos mejor.
Cuando Jesús habla del "pastor" y del "aprisco", se presenta a sí mismo, pastor bueno, y presenta a la comunidad de creyentes, esto es, su Iglesia, como aprisco abierto para acoger a toda la humanidad.
Ahora bien, para comprender el sentido y el valor de la vocación, se requiere precisamente fijar la mente y el corazón en estas dos realidades: Cristo y la Iglesia. Aquí se encuentra la luz para acoger y el apoyo para perseverar en la vocación comprendida en toda su profundidad, libremente escogida, fuertemente amada.

(Mensaje de Pablo VI para la XV Jornada Mundial de oración por las vocaciones)


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