La
gripe de 1918, el famoso “catarro universal” es lo que por fin toca el corazón
de la Marquesa viuda de Pidal. Maravillas cae gravemente enferma, y su madre
piensa que si se le muere se quedará sin ella, mucho más que sí se fuese al
convento. Por fin se decide y habla con su hija:
- “Oye
Maravillas, ¿tú sigues pensando lo mismo?”
Maravillas no cree lo que está
oyendo, y duda si hablar.
- Pues
mira, si no me lo dices ahora, no cuentes con que tenga valor para volverte
hablar de ello nunca.
Viendo
ya en esta respuesta de su madre la voluntad de Dios, Maravillas habla. Para
Maravillas había llegado la hora tan deseada, pero no dejaba de ser la hora del
sacrificio. La gracia no destruye la naturaleza: “Con toda mi alma hago el
sacrificio de la separación de mi madre, pero ¡cuánto cuesta!”
Ella
está decidida a realizar su vocación cuanto antes. Su corazón sangraba, al
pensar que dejaba a su madre sola. La marquesa de Pidal, una vez dado el
permiso, no se volverá atrás, y muestra su grandeza de alma al sacrificar su
propia satisfacción y el cariño y el cuidado que podía esperar de su hija por
entregársela al Señor.
Dios
nunca se deja vencer en generosidad. Su hija, desde el convento, le
proporcionaría alegrías más profundas de las que en el mundo podría haber
esperado.
(Si tu le dejas. Vida de la Madre Maravillas de Jesús).
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