La oración es el espejo del alma.
San
Buenaventura enseña “que es la oración mental una especie de espejo, que
nos pone delante de los ojos todas las manchas del alma”.
Santa
Teresa escribía al obispo de Osma: “Aunque a nuestro parecer, no haya
imperfecciones en nosotros, cuando Dios abre los ojos del alma, como en la
oración lo suele hacer, parécense bien estas imperfecciones”.
El
que no hace oración “tampoco conoce sus defectos y por consiguiente, no
los aborrece” dice S Bernardo. No conoce los peligros y puede
descubrirlos para poder ponerles remedio.
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