En la escena de la Visitación sobresalen dos virtudes de la Virgen María.
En
primer lugar, la actitud humilde y servicial de María, que en cuanto sabe que
su prima está a punto de dar a luz, sin tardar acude allí, a pesar de la
incomodidad del viaje, para ponerse al servicio.
En
segundo lugar, vemos como Santa Isabel ensalza a María por “haber creído,
porque lo que te fue anunciado se cumplirá”, es decir, por su gran fe.
Tomemos estas actitudes de María, modelo por excelencia de entrega a Dios, para responder nosotros también con esa misma generosidad a la llamada que el Señor nos hace. Esforcémonos por tener una actitud de servicio ante las personas que nos rodean y practiquemos a lo largo del día tantos actos de fe como podamos para fortalecer esta virtud. Un acto de fe puede ser por ejemplo, haced la genuflexión al ponernos delante del Sagrario con el debido recogimiento, siendo conscientes de que estamos ante el Señor.
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