Quizá se
nos ocurra pensar que es cosa perdida el tiempo dedicado a la oración, pudiendo
emplearlo en otras cosas útiles. Esos tales que piensan así no saben que es en
la oración donde hacen las almas acopio de fuerzas para practicar las virtudes
y para derribar al enemigo.
Tan
grande es el peligro en que se pone el alma dejando la oración que decía Santa
Teresa que "quien deja la oración no necesita demonios que la lleven al
infierno, porque entrará ella misma en él de su propia voluntad" (Vid. c
9). Y decía el abad Dioles que "cuando se deja la oración, no tarda uno en
hacerse bestia o demonio".
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