Una vida de abnegación es fundamental en toda
vida cristiana que aspire seriamente a la santidad, mucho más en toda persona
que Dios ame con ese amor de predilección que es la vocación.
En
primer lugar la abnegación nos aparta de los gustos de los sentidos, que hieren
y con frecuencia matan el alma. La abnegación nos hace con la gracia de Dios
que vayamos siendo dueños de nuestras pasiones, y no sean estas las que nos
arrastren a la vida de pecado y de gustos del mundo.
En
segundo lugar, la abnegación nos hace expiar la culpa por los pecados
cometidos.
Pero
lo más importante es que la abnegación eleva el alma a Dios. Nunca podrá
elevarse a Dios un alma, dice San Francisco de Sales, si la carne no está
mortificada y deprimida
Y
Santa Teresa de Jesús tiene sus enseñanzas salpicadas de máximas sobre la
importancia de la abnegación en la vida para elevarse a Dios... porque
"regalo y oración no se compadece", y "creer que admite Dios a
su amistad estrecha gente regalada y sin trabajos es disparate".
La
abnegación no es otra cosa que la manifestación práctica de una vida en donde
quiere reinar el Amor de Dios.
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