Mirad
a Cristo. Lo decimos en
particular a vosotros, jóvenes, con paterno afecto y con gran confianza. Mirad
a Jesús de Nazaret, Hijo del Hombre e Hijo de Dios, Sumo Sacerdote del nuevo
Pueblo de Dios, Pastor eterno de su Iglesia, que ha ofrecido la vida por su
rebaño, "tomando la forma de siervo..., hecho obediente hasta la muerte y
muerte de cruz". De Cristo proviene, como de un puro y divino manantial,
el sacerdocio de la Nueva Alianza: tanto el común de los fieles, en virtud del
sacramento del bautismo, como el ministerial, en virtud del sacramento del
orden; de Él proviene el don de los "consejos evangélicos de castidad
consagrada a Dios, de pobreza y de obediencia, como fundados en las palabras y
ejemplos del Señor"; de Él, también el mandato misionero "Id, pues;
enseñad a todas las gentes", para llevar su verdad y su salvación al
género humano "hasta la consumación del mundo”. Sólo una intimidad vivida
día a día con Él, en Él y por Él puede hacer nacer y acrecentarse en un corazón
juvenil la voluntad de donarse irrevocablemente, sin compromisos ni debilidades,
con una alegría siempre nueva y regeneradora, a las responsabilidades de ser
"ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios"; así
como la de perseverar en los compromisos crucificadores, propios de la vocación
cristiana que brota del bautismo y se desarrolla durante todo el curso de la
vida. Mirad pues a Cristo siempre, para instaurar con Él un diálogo decisivo y
fiel.
(Mensaje
de Pablo VI para la XV Jornada Mundial de oración por las vocaciones)
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