Los
pobres. Los pobres están en el centro del Evangelio, son el corazón del
Evangelio: si quitamos a los pobres del Evangelio no se comprenderá el mensaje
completo de Jesucristo. Como embajadores de Cristo, nosotros, obispos,
sacerdotes y religiosos, debemos ser los primeros en acoger en nuestros
corazones su gracia reconciliadora. San Pablo explica con claridad lo que esto
significa: rechazar perspectivas mundanas y ver todas las cosas de nuevo a la
luz de Cristo; ser los primeros en examinar nuestras conciencias, reconocer
nuestras faltas y pecados, y recorrer el camino de una conversión constante, de
una conversión cotidiana. ¿Cómo podemos proclamar a los demás la novedad y el
poder liberador de la Cruz, si nosotros mismos no dejamos que la Palabra de
Dios sacuda nuestra complacencia, nuestro miedo al cambio, nuestros pequeños
compromisos con los modos de este mundo, nuestra «mundanidad espiritual»?
(Papa
Francisco en Sri Lanka, Enero 2015)
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