5. Espero que toda forma de vida consagrada se pregunte sobre
lo que Dios y la humanidad de hoy piden.
Los monasterios y los grupos de orientación contemplativa
podrían reunirse entre sí, o estar en contacto de algún modo, para intercambiar
experiencias sobre la vida de oración, sobre el modo de crecer en la comunión
con toda la Iglesia, sobre cómo apoyar a los cristianos perseguidos, sobre la
forma de acoger y acompañar a los que están en busca de una vida espiritual más
intensa o tienen necesidad de apoyo moral o material.
Lo mismo pueden hacer los Institutos dedicados a la caridad, a
la enseñanza, a la promoción de la cultura, los que se lanzan al anuncio del
Evangelio o desarrollan determinados ministerios pastorales, los Institutos
seculares en su presencia capilar en las estructuras sociales. La fantasía del
Espíritu ha creado formas de vida y obras tan diferentes, que no podemos
fácilmente catalogarlas o encajarlas en esquemas prefabricados. No me es
posible, pues, referirme a cada una de las formas carismáticas en particular.
No obstante, nadie debería eludir este Año una verificación seria sobre su presencia
en la vida de la Iglesia y su manera de responder a los continuos y nuevos
interrogantes que se suscitan en nuestro alrededor, al grito de los pobres.
Sólo con esta atención a las necesidades del mundo y con la
docilidad al Espíritu, este Año de la Vida Consagrada se transformará en un
auténtico kairòs, un tiempo de Dios lleno de gracia y de
transformación.
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