En el Evangelio de aquel día se leían estas palabras: “No
temas, rebañito mío, porque ha sido del agrado de mi Padre darte su reino”.
No, yo no temía. Esperaba que muy pronto sería mío el reino
del Carmelo. No pensaba entonces en estas otras palabras de Jesús: “Os preparo
mi reino como mi Padre me lo preparó a Mí”. Es decir, te reservo cruces y
tribulaciones; así te harás digna de poseer ese reino por el que suspiras.
¡Puesto que a Cristo le fue necesario sufrir y por el sufrimiento entrar en su
gloria, si deseas tener un sitio a mi lado, bebe el cáliz que Él mismo bebió!
Ese cáliz me lo dio a beber el Santo Padre, y mis lágrimas
fueron a mezclarse con la amarga bebida que se me ofrecía.
(Historia de un alma. Relato autobiográfico de Santa Teresita
del Niño Jesús).
No hay comentarios:
Publicar un comentario