Pero no basta tener la
vocación para hacer bien en una congregación; es necesario también tener
fuerzas suficientes para seguirla. Hay quien tuvo vocación y no la siguió
inmediatamente; se entregó a los vicios, se dejó llevar de sus malas
inclinaciones y de este modo se hizo esclavo de sus pasiones, las que le
tiranizan y ya casi no encuentra dueño de ellas. El noviciado fue establecido
para que el novicio mida sus fuerzas, es decir, si su debilidad no le hace
inútil para esta santa vida; está establecido para que el superior vea si el
individuo tiene realmente la fuerza, la virtud y la voluntad resuelta de seguir
su vocación.
El noviciado está
establecido para que cada uno se embeba bien de las reglas y después pueda
desempeñar sus deberes con facilidad y presteza. El noviciado está establecido
para que cada uno se fortifique en las virtudes, de modo que, después de haber
con la profesión religiosa reconquistado la inocencia bautismal, no la pierda
de nuevo por la fuerza de las pasiones vivas e inmortificadas todavía.
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