Paulina,
viendo expresada en mis deseos la voluntad del cielo, me dijo que pronto iría
con ella a ver a la Madre priora del Carmelo y que habría que decirle lo que
Dios me hacía sentir.
Se escogió un domingo para esa visita
solemne. Después de escuchar mis confidencias, la Madre María Gonzaga quedó
convencida de mi vocación, pero me dijo que no se recibían postulantes de nueve
años y que era necesario esperar a que cumpliera dieciséis. Yo me resigné, a
pesar del vivo deseo que tenía de entrar lo antes posible…
(Historia de un alma. Relato
autobiográfico de Santa Teresita del Niño Jesús).
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