En 1972
Don Bosco se encontró con el General de los Mínimos de San Francisco de Paula, hombre muy docto. Habiéndolo saludado
respetuosamente, durante la conversación Don Bosco preguntó:
-- Padre, usted como General de
la orden, tendrá mucho que hacer.
--No lo crea; muy poco, porque
somos pocos.
--¿Cuántos novicios tiene?
-- Ninguno.
--¿Y estudiantes?
-- Ninguno.
--Pero ¿cómo? ¿Usted no se
preocupa de que una orden tan benemérita de la Iglesia, que no ha cumplido
todavía su misión, no florezca?
-- No encontramos vocaciones.
-- Si no hallan vocaciones en
Italia, vaya a Francia, a España, a América, a Oceanía, y busque quien se
asocie a ustedes para perpetuar una orden tan ilustre como es a la que
pertenece. Usted tiene una gravísima responsabilidad ante Dios. Cuántas
fatigas, cuántos dolores tuvo que aguantar su santo fundador, San Francisco de
Paula, para crear su orden. Y usted ¿consentirá que resulten vanas tantas
oraciones, tantas fatigas y tantas esperanzas?
Y al
hablar iba tomando un aspecto tan imponente, tan imperioso, y un acento tan
vibrante que el buen padre General estaba como aniquilado ante él… y prometió
que haría cuanto estuviese en su mano para encontrar vocaciones.
El
amor que D. Bosco tenía por todas las órdenes religiosas es indescriptible.
(Florecillas
de D. Bosco, 178).
No hay comentarios:
Publicar un comentario