He de hablaros ahora de la dolorosa afición que destrozó el
corazón de Teresita cuando Jesús le arrebató a su querida mamá, a su Paulina…
Yo había dicho a Paulina que me gustaría ser ermitaña, irme
con ella a un desierto lejano. Paulina me contestó que ése era también su deseo
y que esperaría a que yo fuera mayor para marcharnos. ¿Cuál no sería mi dolor
al oír a Paulina hablar con María de su próxima entrada en el Carmelo?
Yo no sabía lo que era el Carmelo, pero comprendía que Paulina
iba a dejarme para entrar en un convento, que no me esperaría… ¡y estaba a
punto de perder a mi segunda madre! ¿Cómo podría expresar la angustia que
sintió mi corazón?
Siempre recordaré, Madre querida, con cuánta ternura me
consolasteis… Luego me explicasteis en qué consistía la vida del Carmelo, ¡que
me pareció muy bella! Repasando en mi mente todo lo que me habíais dicho
comprendí que el Carmelo era el desierto adonde Dios quería que también yo
fuese a esconderme… Lo comprendí con tan viva evidencia, que no quedó la menor
duda en mi corazón. No fue un sueño de una niña que se deja entusiasmar, sino
la cereza de una llamada divina. Deseaba ir al Carmelo, no por Paulina, sino
únicamente por Jesús…
(Historia de un alma. Relato
autobiográfico de Santa Teresita del Niño Jesús).
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