Cuando
terminó el trabajo y en la oración me puse al pie de Jesús…; allí a sus plantas
deposité un cesto de nabos peladitos y limpios…., no tenía otra cosa que ofrecerle…;
pero a Dios le basta cualquier cosa ofrecida con el corazón entero, sean nabos,
sean imperios.
La
próxima vez que vuelva a pelar raíces, sean las que sean, aunque estén frías y
heladas, le pudo a María que no permita que se me acerquen los diablillos rojos
a hacerme rabiar. En cambio, le pido que me envíe a los ángeles del Cielo,
para, poniendo a los pies de la Virgen María rojas zanahorias, a los pies de
Jesús blancos nabos, y patatas y cebollas; coles y lechugas…
En fin,
si vivo muchos años en la Trapa, voy a hacer del Cielo una especie de mercado
de hortalizas, y cuando el Señor me llame y me diga: “Basta de pelar…., suelta
la navaja y el mandil, y ven a gozar de lo que has hecho….” Cuando me vea en el
Cielo entre Dios y los santos y tanta legumbre…, Señor, Jesús mío, no podré por
menos de echarme a reír.
(S.
Rafael Arnaiz, Saber Esperar)
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