Nosotros nos encontramos con el
Señor y escuchamos su invitación:”Sígueme”. Tal vez al inicio lo seguimos con
vacilaciones, mirando hacia atrás y preguntándonos si ese era realmente nuestro
camino. Y tal vez en algún punto del recorrido vivimos la misma experiencia de
Pedro después de la pesca milagrosa, es decir, nos hemos sentido sobrecogidos
ante su grandeza, ante la grandeza de la tarea y ante la insuficiencia de
nuestra pobre persona, hasta el punto de querer dar marcha atrás:”Aléjate de
mí, Señor, que soy un hombre pecador”. Pero luego él, con gran bondad, nos tomó
de la mano, nos atrajo hacia sí y nos dijo:”No temas. Yo estoy contigo. No te
abandono. Y tú no me abandones a mí”.
(Homilía de Su Santidad
Benedicto XVI. Basílica de
San Pedro, jueves santo 13 de abril de 2006)
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